Desi, quería decirte así directamente que este mundo es una mierda. La especie humana no tiene solución alguna. Te juzgan por lo que representas y por lo que piensan que eres, no por lo que eres realmente. Se de sobra que en ocasiones eres torpe y acelerada. Tus miedos a veces te juegan malas pasadas. Siempre he pensado que tienes el don de la inoportunidad. Apareces en el momento y forma más inadecuada posible. No lo haces adrede, lo sé de sobra.

Allá por donde vamos paseando no somos bienvenidos. Si vamos sueltos nos convertimos en personas non gratas. Si no llevas bozal, suele molestar y generar tensión, incomodidad. Pero si lo llevas, tu aspecto feroz infunde mucho miedo. Asustas y la gente se aleja. A veces cuando llevas el bozal la gente piensa que es porque eres agresiva… Ya no sé qué es mejor…

Nunca pensé lo duro y difícil que sería tener un perro considerado potencialmente peligroso. Quiero recalcar el adverbio “POTENCIALMENTE”, pues como una vez leí, es la única palabra que te podría salvar del juicio social. Todo el mundo obvia este adverbio. Primera batalla perdida.

Desde que estamos juntos vivo en un mundo cada vez más aislado. No voy al centro, no vaya a ser que me multen. No voy al parque habitual, porque ya me han amenazado con denunciarme, no paso por algunas zonas de paso de siempre, pues me llaman la atención con multitud de disculpas… Hoy paseando me han ofrecido “reventarme la cara”, así literalmente… Es lo último… Me han dicho que he irrumpido en un prado con un perro de presa, que no puedo hacer eso, y que además no soy habitual de la zona, que me vaya a la zona de donde soy… No solo racista con el perro, sino conmigo… He alucinado. Jamás pensé que iba a vivir una cosa así en mi vida. Lo más alucinante, Desi, es que todo el problema haya surgido porque te han sacado los dientes y lanzado un bocado… No me quiero imaginar lo que hubiera pasado si hubieras sido tú, “peligrosa perra de presa”, la que lo hubiera hecho. Por fortuna cuento con que, dentro de todos tus defectos, ni la agresividad ni el querer hacer daño forman parte de la lista.

Pero lo que contemplo de una forma totalmente impresionado es la facilidad con la que se pueden generar incidentes de algo que no deberíamos de dar la mayor importancia. Ojalá con nuestros perros pudiéramos todos considerar la siguiente regla: no dedicar más tiempo a un conflicto del tiempo que hayan dedicado los perros. ¿Tu perra ha gruñido y ladrado a la mía? ¡¡Ya está, no pasa nada, no le demos tanta importancia…!! Si este tipo que me ofreció “reventarme la cara” hubiera topado con alguien con el mismo pronto y cabeza que él, ahora mismo estaríamos ocupando líneas en la prensa local, en el hospital o en el cementerio… Uno simplemente quiere salir a dar un paseo con sus perros, por favor… ¿Dónde vamos a llegar?. Nunca fui amigo de parques caninos entre otras cosas por estos problemas que pueden aparecer entre propietarios. Con cada incidente, mi Desi, nos aislamos un poco más. Lo que me duele mucho, me duele profundamente, es no sentirme libre y totalmente condicionado y cohibido re-planteándome si volver a esas zonas donde he tenido problemas. No nos podemos mover con libertad. Es inevitable que la próxima vez que quiera ir a ese parque me lo piense dos veces por encontrarme al mismo tipo. ¡¡No es justo ni hay derecho, mi Desi!!, pero que te voy a contar yo a ti que no sepas ya de justicia.

Desi, ya sabes que llegaste a nuestras vidas de forma casual. No entraba dentro de mis planes tener una perra como tú. Pero el caso es que llegaste. Siempre quise pensar que llegabas por algo. Nunca creí en el destino pero contigo algo me hacía pensar en él. Después, pusiste a prueba mi paciencia y límites. Me hiciste replantear mis conocimientos como educador. Conseguiste agotarme la paciencia varias veces, me fastidiaste la espalda otras tantas, me condicionaste una buena temporada el trabajo y otras actividades con el resto de la manada y familia, me arruinaste varios cientos de euros entre zapatillas, camas, cojines… Destrozaste arneses y bozales. Me vomitaste el coche todo lo que pudiste, alante, atrás, en el maletero, en el conducto del aire acondicionado… Nos han amenazado con denuncias y peleas. Has sido fuente de muchas discusiones familiares. Nos robaste tranquilidad. Nos arrebataste la libertad de acudir a algunos lugares sin pensar a donde eran, pues en muchos sitios no somos bienvenidos. Me robaste el tiempo que antes dedicaba a otras cosas, casi todas las horas del día o bien las dedico a ti o bien pienso en ti. Me robaste muchas cosas, Desi. Entre todas ellas me robaste también el corazón. Sufro cuando te juzgan, sufro cuando no te entienden, sufro cuando metes la pata, sufro cuando te miran mal. Ojalá no tuvieras que pagar el estigma de tu raza o de lo que se cree que es tu raza. El caso es que ahora pienso que es una batalla perdida. Pase lo que pase casi todo el mundo te mirará igual hasta el fin de tus días. No vas a tener ningún perdón. Si, lo sé, hay una panda de “iluminados” que creemos que la ley ppp es injusta, pero somos una minoría, una secta. Últimamente pienso que estoy en demasiadas batallas perdidas: ¿la educación sin castigos? ¿la convivencia basada en el respeto y la empatía? Otra batalla perdida más… a veces me veo muy solo.

Lo que la gente no sabe, mas allá de tu apariencia, es todo lo que has tenido que pasar. Todo lo que pasa por tu insegura cabeza, que es fuente algunos de tus comportamientos menos deseables. Ojalá todo el mundo te pudiese ver como yo te veo. Ojalá todo el mundo te pudiera querer como yo te quiero. Creo que por varios motivos que desconocen será difícil para ellos.

Fuiste abandonada de cachorra en una etapa en la que correspondía estar con tu madre y hermanos. Sufriste varias horas o días en una puñetera escombrera (malditos malnacidos, pero gracias a ellos estamos juntos). Sufriste una gran desnutrición que te hizo estar en los huesos. Pasaste por sarna, parásitos, problemas y malformaciones en las articulaciones… Cistitis, mamitis, piometra. Todavía recuerdo cuando eras cachorra lo que temblabas de miedo cuando las vetes te bañaban a diario para curarte la piel. Todo lo que temblabas cuando te pasaban el secador después. Todo lo que temblabas en las primeras salidas a la calle. Todo lo que te afectaba simplemente salir por el umbral de la puerta o encontrarte con gente en la calle. Todo lo que temblabas en el ascensor o la inquietud que te generaba simplemente pararnos en un semáforo. ¿Qué estaba pasando, qué se me escapa?, me preguntaba yo… Temblabas si un día variábamos la ruta habitual de paseo. Temblabas las primeras veces que caminabas bajo la lluvia. Temblabas en casa cuando me daba un golpe en la cabeza y gritaba de dolor (por desgracia, cabezazos me doy muchos). Temblabas cuando te encontrabas con algunas personas o algunos perros. Algunos de ellos te hacían escapar con el rabo entre las piernas. Y con otros te orinabas de miedo, la última vez no hace tanto, ya toda una adulta…

Se que tienes miedo también a la soledad. Sufriste muuuucho tiempo, cuando para atender nuestras obligaciones te quedabas sola en casa. Me sigue doliendo pensar que sigues pasándolo mal aunque por fortuna ahora ya no descargas tu angustia rompiendo cosas.

Se muchas cosas de ti, mi Desi, muchas cosas que el mundo ignora. También se de tu alegría, bondad, extrema sensibilidad y tus ganas de vivir e ilusión que desprendes en muchos momentos. Esos momentos, todos los momentos, son impagables. Por todo esto, por lo bueno y por lo malo, sé que es imposible que te vean como yo te veo ni que te quieran como yo te quiero. No lo tengas en cuenta, no es su culpa. Puede incluso que yo tenga algo de culpa en eso.

Siempre te estaré agradecido por estar en nuestras vidas, Desi. Me has ayudado mucho. Creo que gracias a ti soy mejor persona y mejor educador. Te lo digo al oído muchos días, pero no se si consigues entenderme.

Tu humano que te quiere,
Ramón Fernández Menéndez