Rehabilitación comportamental: ¿modificación de conducta o recuperación emocional?
Cuando se oye hablar de rehabilitación comportamental de un perro, lo primero que se le ocurre a la gente es pensar que se interviene para modificar la conducta indeseada y sustituirla con otra más “aceptable”.
Nada más lejos de la realidad.
Querer modificar una conducta para “mejorarla”, generalmente responde a exigencias y expectativas HUMANAS: mi perro es reactivo y quiero que no reaccione, mi perro es miedoso y quiero que se le pase el miedo, etc…
Lo que pocas veces se tiene en cuenta, es que los perros, exactamente como las personas, son seres complejos, dotados de un mundo emocional muy rico de matices, en el que los comportamientos representan solo la parte visible.
Fijarse en la reactividad o el miedo, como si fuera el único aspecto a tener en cuenta de ese individuo-perro, puede resultar muy engañoso porque, de esa forma, centraremos todos nuestros esfuerzos en intervenir exclusivamente sobre dicho comportamiento.
Técnicas como la modificación de conducta, la desensibilización sistemática, el contracondicionamiento, se han difundido en el mundo de la educación canina como si fueran la panacea para todos los males.
Pues no. Si partimos del asunto que el perro es un individuo complejo, que siente y se caracteriza por estados de ánimo y que son estos que, básicamente, determinan su conducta en todo momento, es evidente que no tiene mucho sentido intentar intervenir en una conducta puntual si no abordamos los estados de ánimo subyacentes.
Por ejemplo, un perro que tiene miedos generalizados (a las personas, a los ruidos, a los lugares desconocidos, a los movimientos bruscos…), es un perro que en su día a día vive en un estado de malestar prácticamente constante.
Es un perro que no tiene recursos mentales ni emocionales para enfrentarse a sus miedos.
Sentirse mal agota. Y para salir de un bucle se necesitan fuerzas.
Los efectos de un plan de trabajo dirigido directamente al problema serán mínimos si el perro no tiene recursos para invertir en su recuperación.


¿Y entonces, qué?
Si no podemos intervenir directamente sobre el problema, ¿qué podemos hacer para ayudar a ese perro?
Podemos hacer una cosa fundamental. Hacer que ese perro se sienta mejor.
No en la situación que lo agobia, sino en todos los demás momentos en los que el “problema” no está presente (o, si lo está, no es tan impactante para el perro y le deja una ventana para poder captar otro tipo de estímulos más positivos).
Imaginaos que el estado emocional del perro (es decir la fuerza del perro, su potencial de recuperación) sea un cubo lleno de agua. Este cubo se vacía poco a poco con cada experiencia negativa. Cada momento de malestar es un vaso de agua que quitamos de ese cubo.
Si en el cubo el agua que queda es muy poca, el perro tendrá que aprovecharla para sobrevivir. No habrá agua sobrante para hacer frente a más momentos negativos… de allí la reactividad, la fragilidad, la incapacidad de enfrentarse a sus miedos.
Ni el perro, ni nosotros tenemos el control sobre los vasos que se derraman fuera del cubo.
Lo que podemos hacer (y que es SIEMPRE posible) es empezar a verter otros vasos de agua para compensar los que se pierden.
Podemos identificar todas las cosas que hacen que ese perro se sienta un poco mejor.
Cada una de estas cosas es un vaso de agua: habrá vasos más grandes o solo encontraremos chupitos para verter… pero, en todo caso, serán valiosas gotas de agua que se caen en el cubo.
Al principio se trata de un proceso muy lento, que parece no llevar a ningún lado, porque el agua que se pierde es muchas más de la que conseguimos verter…
Pero la ventaja es que esto del cubo es solo una metáfora y la emotividad de los perros no sigue las leyes de la física.
Si trabajamos con constancia y determinación para proporcionar al perro momentos placenteros, llega un momento en el que las cosas cambian y lo vemos más fuerte, más capaz de hacer frente a los momentos críticos, más reflexivo y menos reactivo.

Largos paseos en el campo o en la playa, un deporte que le guste, jugar con más frecuencia o por más tiempo con algo que lo divierte, enseñar pequeños trucos que lo hagan sentir capaz de lograr grandes resultados, fomentar su capacidad de concentración proporcionando actividades de olfateo… todo esto representa vasos de agua que, uno tras otro, van llenando el cubo.
Evitar las experiencias estresantes, protegiendo al perro de lo que le da miedo, abandonar cualquier intervención aversiva u inhibitoria, mejorar la comunicación para transmitirle seguridad… todo esto también contribuye a llenar ese cubo.
Aumentar el bienestar del perro es la estrategia más efectiva para su “rehabilitación”.

En las fotos hemos querido presentaros a Poppy y a Cofete, perros muy miedosos rescatados por una de las chicas de Bardinos SOS. El trabajo incansable que esta mujer está llevando a cabo con estos perros empieza a dar sus frutos. Poppy, una perrita fóbica, sacada de la perrera de bañaderos en un estado emocional lamentable, ha pasado los primeros meses de su vida en familia escondida bajo la cama; después de un año en el que se han respetado sus fragilidades y se le ha proporcionado lo que más le gusta, es decir largos paseos en libertad, Poppy está empezando a soltarse cuando se encuentra en el campo. Esta relajada, interactúa, pide mimos y hasta ha empezado a aprender trucos. En casa ya no vive bajo la cama (tiene su camita debajo de la mesa de la cocina y se mete allí cuando necesita tranquilidad) y participa, aunque a cierta distancia, en la vida familiar.

Poppy vertiendo agua en al cubo
Cofete, que también es un perro miedoso, no ha tenido una buena vida. Rescatado de la perrera, llegó con mucho miedo hacia todo lo desconocido. Es desconfiado con las personas que no conoce, pero una vez que consigues entrar en su caparazón, es un perro dulce y muy cariñoso. En estos meses su cambio de actitud ha sido brutal. Otra vez el mérito ha sido de la chica de Bardinos SOS y de su capacidad de protegerlo, por un lado, y de ofrecerle a diario ocasiones para disfrutar y expresar todo su potencial.

¡Ole para Poppy y Cofete por darnos una segunda oportunidad de confiar en el ser humano y ole para esa chica de Bardinos SOS (tú sabes quién eres) que siempre está allí con un vasito de agua en la mano! 👏🐶🏆
Gracias Lorenza por tu valiosa ayuda; poder entender con un ejemplo tan sencillo «el cuento del cubo» como podemos ayudar a nuestros compañeros de vida, con empatia, respeto, comprensión y mucho, mucho amor. Muchísimas gracias por educarnos
Muchísimas gracias a ti por tus palabras de aprecio. Me pareció una metáfora muy acertada y quise compartirla. Si solo usáramos algo más de sentido común sin complicarlo todo con técnicas absurdas y teorías descabelladas, creo que nuestra convivencia con los perros sería mucho más llevadera y provechosa por ambas partes. La empatía resuelve muchas dudas