En numerosas ocasiones he escuchado la frase “estás humanizando a tu perro”. No me gusta generalizar, pero la mayoría de veces suele venir acompañada de recomendaciones encaminadas a entorpecer la empatía hacia los perros. Y el gran problema es que genera cierta confusión en las personas que conviven con perros, especialmente en referentes inexpertos.
Y si hilamos un poco más fino, puedo decir que proviene de personas que no se dedican a la educación canina, o bien lo hacen siguiendo líneas de trabajo que no se sustentan en una formación completa y actualizada.
No seré yo quien niegue que muchos perros urbanos viven de una forma poco acorde a su naturaleza de cánido, y eso repercute también de forma crítica en su bienestar.
Reconducir eso es parte de nuestro trabajo como profesionales del comportamiento canino, pero el camino para ello nunca puede pasar por desatender necesidades básicas de los perros, como pueden ser las afiliativas.
Y es aquí donde tienen un papel principal las emociones. Pues éstas van a ser el motor que va a guiar al perro a comportarse de una forma u otra, y que determinarán cómo se va a vincular con sus referentes.
No entender que las conductas que realiza un perro son únicamente una manifestación de sus emociones, es perderse la mayor parte de la película, provocando que estas conductas queden totalmente descontextualizadas. Tanto como las respuestas a ellas que los perros reciben y necesitan de sus referentes humanos.
Es justamente éste el punto donde es necesario incidir cuando hablamos de cómo relacionarnos con nuestros perros. Pues si lo que pretendemos es establecer un vínculo adecuado con ellos, entender y atender las emociones que motivan sus conductas es clave.
En las relaciones sociales libres entre perros, observamos que éstos tienen una gran habilidad para entender las emociones de sus congéneres, lo hacen de forma prácticamente automática, contagiándose de ellas si es necesario y actuando de forma emocionalmente consecuente.
Y he aquí el quid de la cuestión, cuando se censura el “humanizar” a los perros, lo que en realidad se suele criticar es el “empatizar” con ellos. Algo que es esencial e imprescindible en toda relación entre dos individuos, aunque sean de especies diferentes. Entenderse a nivel profundo es lo que garantiza que una relación funcione, y esto ocurre sobre todo cuando se conecta a nivel emocional. Así es cómo los perros funcionan entre sí, y a eso deberíamos aspirar para relacionarnos mejor con ellos.
Por tanto, tiene todo el sentido del mundo acudir a las emociones. Pues cuando quieres tener una buena relación con otro, lo inteligente es encontrar aquello que te acerca a él, lo que tienes en común, para tender los puentes que faciliten el intercambio. Y sabemos, al menos ya desde 1872 cuando Darwin lo publicaba, que compartimos emociones básicas con una buena parte del reino animal, y con el resto de mamíferos, ¿qué podría tener más sentido si queremos conectar con nuestros perros que hacerlo a nivel emocional, es decir, empatizando?
En cualquier caso, también sabemos que nuestra sociedad occidental no se caracteriza por un profundo desarrollo a nivel emocional, y que hablar de emociones en ciertos contextos todavía supone entrar en terreno pantanoso, nos cuesta hablar de nuestras emociones. Pues no pocos de nosotros habremos escuchado durante nuestra infancia frases (tan reveladoras) como “los chicos no lloran”, “no llores que te pones fea“. Si nos han enseñado tan bien a ocultar nuestras propias emociones, seguramente vamos a tener que hacer un buen esfuerzo para detectar y entender las emociones de otro, y más si es de otra especie.
Entender sus emociones y respetarlas es lo que ha cambiado la relación con nuestro compañero de viaje peludo 🙂 dejarle ser está siendo de las mejores experiencias de que este con nosotros.
Gracias por hacerlo posible Antonio!