Uno de los primeros elementos esenciales para cualquier persona que desee ayudar a los perros es aprender a respetar el ritmo de sus vidas, en lugar de tratar de acelerarlo, con la esperanza de hacerlo sincronizar con el nuestro. Muchas personas cuestionan este aspecto, ya que en la actualidad estamos inmersos en un mundo ajetreado y de prisas: los humanos trabajan y hay muchas actividades que hacer durante el día, lo que hace casi imposible que se puedan sentar a esperar que descubran su mundo a su ritmo.

Debemos darnos cuenta de que nuestra tarea es dejarles hacer, darles su espacio y su tiempo, cada individuo tiene su propio ritmo, por ello debemos observar y respetar, respondiendo a sus necesidades de crecimiento e intereses individuales, respetando los ritmos de cada perro para que crezcan como individuos, permitiendo de esta forma, que se desarrollen con normalidad, proporcionando un ambiente adecuado.

Esto exige un verdadero esfuerzo de nuestra parte para liberarnos de nuestro propio ritmo de vida y  proyectarnos en el suyo.

Debemos recordar que el cerebro de cada perro lleva un ritmo biológico que irá madurando a su tiempo y las prisas de los humanos muchas veces se convierten en el enemigo del desarrollo del perro ya que se les empiezan a exigir algunas habilidades para las que todavía no están listos. Y sin ser conscientes de ello, estamos ocasionando daños que posteriormente se manifestarán a través de conductas poco deseables para nosotros.

No todos aprendemos a la misma velocidad. Hay muchos factores que pueden influir (entorno, estimulación, familias, genética, enfermedades o traumas, vivencias, etc).

Es especialmente importante que se respeten las etapas de desarrollo del perro donde se establecen las bases neurológicas para los siguientes aprendizajes. En estas etapas es muy recomendable que cada individuo madure a su ritmo.

Cuando el adulto interviene obstaculiza el aprendizaje, por lo tanto, arrastrar, apresurar e intentar que el perro se ajuste lo más pronto posible al ritmo del adulto provocando en él un sentimiento de frustración.

Acelerar de forma excesiva ciertos aprendizajes, como por ejemplo la exploración del entorno o forzar la “socialización”, puede suponer una experiencia negativa  para muchos perros. En especial, en aquellos casos en que se ven incapaces de conseguir ciertas habilidades y viven sus primeras experiencias de fracaso. Esto afecta a su autoestima y a la imagen que van construyendo de sí mismos, no se sienten capaces de alcanzar las expectativas que les proponen y pueden derivar a ansiedad y bloqueos.

El aprendizaje debería ir acompañado de curiosidad. El poder del descubrimiento en la motivación intrínseca es imprescindible para activar la curiosidad y mantener el deseo de seguir aprendiendo siempre.